Carlos Paredes*
Alejandro Toledo estuvo a punto de provocar una tacha a su candidatura presidencial después que su ex embajador en México, Alfredo Arosemena, lo convenciera de que Ketín Vidal era el mejor candidato a la segunda vicepresidente de su plancha. Lo que no sabía, y Vidal no se lo dijo, es que éste es presidente de otro partido político y no había renunciado legalmente. No solo eso: dos días antes, los entusiastas militantes de Fuerza Nacional habían proclamado a Ketín Vidal como su candidato presidencial. Uno de sus colaboradores advirtió el peligro y Toledo se vio obligado a reemplazarlo por su ex ministro Javier Reátegui a última hora.
Los detalles de este primer resbalón de Alejandro Toledo están en la última columna de Gustavo Gorriti en la revista Caretas. Aunque no llegó a subirse al podio como el tercer hombre de la fórmula presidencial de Perú Posible, Vidal sí estuvo en primera fila y mereció la única mención con nombre propio que hizo Toledo para presentar a su equipo de un eventual segundo gobierno. Al margen de las tachas y formalidades legales, incluir a Ketín Vidal, un personaje “con una biografía tan enredada” –como eufemísticamente lo describe Gorriti–, no sólo es un error estratégico en una campaña que recién empieza y que, como todas, no perdonará nada. Es, sobre todo, una gran incongruencia de Toledo.
Las credenciales de Ketín Vidal son, según le han hecho creer a Toledo, garantía de la lucha contra el terrorismo, la corrupción y la inseguridad ciudadana. En mi labor de reportero dediqué tres años a investigar el pasado de Ketín Vidal como funcionario público. Creo que este camaleónico personaje le debe muchas explicaciones a la justicia anticorrupción, a la Policía y, en general, al país. Lo he escrito y demostrado en el libro “La caída del héroe: la verdadera historia del General Ketín Vidal”. Ahora lo reitero y comparto con el ex presidente algunos hallazgos de la investigación periodística que realicé.
Un héroe involucrado en narcotráfico: Ketín Vidal fue implicado y dado de baja de la entonces Policía de Investigaciones del Perú (PIP) por sus vínculos probados con Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino, uno de los grandes capos del narcotráfico peruano. Fue parte de los procesados en el juicio llamado Villa Coca. Permaneció cinco años fuera de la PIP hasta que, en los últimos días del primer gobierno aprista, su abogado y amigo Vladimiro Montesinos logró que Agustín Mantilla firmara su reposición. Previamente había logrado excluirlo del proceso penal. Mientras estuvo fuera de la Policía, trabajó en el estudio de Montesinos, ayudando en la defensa de grandes narcotraficantes como Perciles Sánchez Paredes o el colombiano Evaristo Porras Ardila, el principal contacto de Pablo Escobar en el Perú. Vidal siempre ha negado esta huella indeleble de su pasado, pero ahí están los documentos, expedientes, testigos y pruebas. Está también su mentor Montesinos, quien en varias oportunidades ha contado detalles de todo esto. Y está, por último, el propio
Vidal, inmortalizado en video en una salita del SIN, agradeciendo a Montesinos por todos esos favores, además de reiterarle su lealtad. El sol no se puede tapar con un dedo.
Un falso estratega contra el terrorismo: El verdadero papel de Ketín Vidal en la captura de Abimael Guzmán fue entorpecer la labor del GEIN e intentar sustraerles información para dársela a Montesinos, quien lo había colocado para eso como jefe de la DINCOTE, después de organizar un burdo robo de dinero que dejó sin piso al general Héctor John Caro de respetable trabajo previo. Después lo traicionó quedándose con Guzmán y se hizo héroe, pero ésa es otra historia. Su conducta, descubierta posteriormente, lo ha enfrentado con los ex hombres del GEIN, quienes tampoco le perdonan que haya cobrado dinero como partidas secretas y nunca lo haya gastado en trabajos operativos. Para conocer al verdadero Ketín Vidal basta escuchar las charlas que sostuvo con Abimael Guzmán mientras éste se encontraba con Elena Iparraguirre en el calabozo de la DINCOTE. Consejos para no dar información en los interrogatorios, recomendación de abogados y hasta dilecciones, dichos en voz baja. Estas charlas, incomprensibles para los policías que se tomaron varios años de esfuerzo siguiendo la pista de Abimael Guzmán y su cúpula terrorista, han quedado guardadas para la historia de la infamia en cintas de audio.
En 1996, cuando Montesinos lo nombró Director General de la Policía, es decir, el máximo responsable de la seguridad del país, el MRTA tomó la residencia del embajador japonés, secuestró a embajadores, ministros y demás invitados –entre los que estaba el propio Toledo– y mantuvo al país extorsionado a los ojos del mundo entero. No hubo previsión, menos inteligencia. Es más, Ketín Vidal no tuvo la entereza de trabajar en el rescate y optó por la salida más fácil: renunciar a los pocos días.
Ahora, si escarbamos más en su pasado como policía, hay anécdotas que lo retratan como el experto en el tema que dice ser: el general José Jorge Zárate, al mando del cual Vidal trabajó gran parte de su carrera y el que lo presentó con El Padrino, recuerda que a inicios de los ochenta, cuando Vidal era analista de inteligencia en la PIP, le pidió que investigara a un tal Abimael Guzmán, el jefe de Sendero que tanto daño empezaba a hacer. Vidal escribió un sesudo informe, copia del cual guarda su ex jefe Jorge Zárate, señalando que Abimael Guzmán estaba muerto.
Sombras de corrupción: Vidal ha sido investigado y procesado por la justicia anticorrupción por varios casos. 1. Dinero entregado en partidas secretas para la lucha antiterrorista cuando era jefe de la DINCOTE y que no se supo qué hizo con él. Un monto de 2 millones de dólares, al cambio de la época, que se esfumó y fue detectado por la Contraloría que dirigía un amigo de Toledo, Genaro Matute. 2. Compra de por lo menos cinco casas con dinero en efectivo a nombre de testaferros sin saber la procedencia de la plata. El caso fue denunciado por su agente inmobiliario al que no cumplió con pagar a tiempo sus comisiones. 3. Una cuenta cifrada detectada en Estados Unidos donde se halló un depósito de una cuenta manejada por Montesinos. La manera cómo ha sorteado estas investigaciones o procesos penales lejos de exonerarlo reafirman su condición de jugador
activo, constante y compulsivo en los bajos fondos de la alta corrupción judicial. Experto en esa justicia que se subasta, de la que Montesinos le enseñó sus secretos hace ya tres décadas, Vidal sigue navegando exitoso en esas aguas. Tiene el dinero, el tiempo y los amigos para hacerlo.
Ni tránsfugas ni saltimbanquis: Dos palabras que ha usado Toledo como sinónimo de filtros en su equipo. Tras haber aparecido con éxito como víctima del régimen fujimorista, no obstante haber ocupado altos cargos sólo reservados para gente de confianza de Montesinos, Vidal fue invitado de buena fe a formar parte de la plancha presidencial de Javier Pérez de Cuéllar. Siempre dijo sí, participó de reuniones clave en el equipo de Unión por el Perú y, al final, dijo que no. Que no lo dejaban renunciar a la Policía. Después, gente tan cercana a Montesinos como Matilde Pinchi Pinchi, han revelado que todo fue una estrategia de alto espionaje del SIN para dinamitar la candidatura del ex Secretario General de la ONU. Este trabajo se lo premiaron con la Dirección General de la Policía Nacional. Ya en el retiro, formó el Mapu, un partido de gente modesta y decente, en su mayoría. Por razones, también investigables, el Mapu terminó convirtiéndose en Fuerza Nacional. Esa gente entusiasta y bien intencionada, que todavía cree en la estatua que Vidal y algunos medios y periodistas amigos han construido sobre él, lo proclamó su candidato presidencial.
Dos días después les dijo que estaba enfermo y renunció de palabra a su candidatura para, en unas horas, reponerse milagrosamente como segundo vicepresidente de Toledo. La mentira como forma de vida: mintió a sus militantes con una inexistente enfermedad y mintió a la prensa haciéndose el sorprendido cuando le preguntaron por la alusión de Toledo, cuando sabía muy bien el desenlace de su frustrada candidatura por Perú Posible. Qué más tránsfuga y saltimbanqui se puede ser.
Supongo que a Toledo le ha dicho, si es que éste le pidió alguna explicación, lo que siempre dice. Que todo es una patraña en su contra, que son sus infinitos enemigos los que lo difaman y calumnian, que la justicia lo ha exonerado de todos estos cargos. Después habrá exhibido sobreseimientos, prescripciones o certificados de buena conducta expedidos por magistrados o ex ministros venales, como si éstos fueran directores de escuela primaria. Esos papeles, en realidad, son certificados de la lentitud y corrupción judicial.
Aún recuerdo que Francisco Loayza, una de las primeras víctimas de Montesinos, fue a visitar al candidato Fujimori, cuando aún eran amigos, para advertirle quién era ese oscuro capitán del Ejército que se estaba volviendo tan imprescindible en su equipo de campaña. Fujimori desoyó las advertencias y prefirió a Montesinos. En verdad, encontró a su siamés moral y decidió gobernar con él. Veinte años después, Toledo tomará la decisión que crea conveniente. Lo que sí no podrá decir después es que no sabía nada del pasado de Ketín Vidal.
*Autor del libro “La caída del héroe: la verdadera historia del General Ketín Vidal”, Planeta, 2006.
Alejandro Toledo estuvo a punto de provocar una tacha a su candidatura presidencial después que su ex embajador en México, Alfredo Arosemena, lo convenciera de que Ketín Vidal era el mejor candidato a la segunda vicepresidente de su plancha. Lo que no sabía, y Vidal no se lo dijo, es que éste es presidente de otro partido político y no había renunciado legalmente. No solo eso: dos días antes, los entusiastas militantes de Fuerza Nacional habían proclamado a Ketín Vidal como su candidato presidencial. Uno de sus colaboradores advirtió el peligro y Toledo se vio obligado a reemplazarlo por su ex ministro Javier Reátegui a última hora.
Los detalles de este primer resbalón de Alejandro Toledo están en la última columna de Gustavo Gorriti en la revista Caretas. Aunque no llegó a subirse al podio como el tercer hombre de la fórmula presidencial de Perú Posible, Vidal sí estuvo en primera fila y mereció la única mención con nombre propio que hizo Toledo para presentar a su equipo de un eventual segundo gobierno. Al margen de las tachas y formalidades legales, incluir a Ketín Vidal, un personaje “con una biografía tan enredada” –como eufemísticamente lo describe Gorriti–, no sólo es un error estratégico en una campaña que recién empieza y que, como todas, no perdonará nada. Es, sobre todo, una gran incongruencia de Toledo.
Las credenciales de Ketín Vidal son, según le han hecho creer a Toledo, garantía de la lucha contra el terrorismo, la corrupción y la inseguridad ciudadana. En mi labor de reportero dediqué tres años a investigar el pasado de Ketín Vidal como funcionario público. Creo que este camaleónico personaje le debe muchas explicaciones a la justicia anticorrupción, a la Policía y, en general, al país. Lo he escrito y demostrado en el libro “La caída del héroe: la verdadera historia del General Ketín Vidal”. Ahora lo reitero y comparto con el ex presidente algunos hallazgos de la investigación periodística que realicé.
Un héroe involucrado en narcotráfico: Ketín Vidal fue implicado y dado de baja de la entonces Policía de Investigaciones del Perú (PIP) por sus vínculos probados con Reynaldo Rodríguez López, alias El Padrino, uno de los grandes capos del narcotráfico peruano. Fue parte de los procesados en el juicio llamado Villa Coca. Permaneció cinco años fuera de la PIP hasta que, en los últimos días del primer gobierno aprista, su abogado y amigo Vladimiro Montesinos logró que Agustín Mantilla firmara su reposición. Previamente había logrado excluirlo del proceso penal. Mientras estuvo fuera de la Policía, trabajó en el estudio de Montesinos, ayudando en la defensa de grandes narcotraficantes como Perciles Sánchez Paredes o el colombiano Evaristo Porras Ardila, el principal contacto de Pablo Escobar en el Perú. Vidal siempre ha negado esta huella indeleble de su pasado, pero ahí están los documentos, expedientes, testigos y pruebas. Está también su mentor Montesinos, quien en varias oportunidades ha contado detalles de todo esto. Y está, por último, el propio
Vidal, inmortalizado en video en una salita del SIN, agradeciendo a Montesinos por todos esos favores, además de reiterarle su lealtad. El sol no se puede tapar con un dedo.
Un falso estratega contra el terrorismo: El verdadero papel de Ketín Vidal en la captura de Abimael Guzmán fue entorpecer la labor del GEIN e intentar sustraerles información para dársela a Montesinos, quien lo había colocado para eso como jefe de la DINCOTE, después de organizar un burdo robo de dinero que dejó sin piso al general Héctor John Caro de respetable trabajo previo. Después lo traicionó quedándose con Guzmán y se hizo héroe, pero ésa es otra historia. Su conducta, descubierta posteriormente, lo ha enfrentado con los ex hombres del GEIN, quienes tampoco le perdonan que haya cobrado dinero como partidas secretas y nunca lo haya gastado en trabajos operativos. Para conocer al verdadero Ketín Vidal basta escuchar las charlas que sostuvo con Abimael Guzmán mientras éste se encontraba con Elena Iparraguirre en el calabozo de la DINCOTE. Consejos para no dar información en los interrogatorios, recomendación de abogados y hasta dilecciones, dichos en voz baja. Estas charlas, incomprensibles para los policías que se tomaron varios años de esfuerzo siguiendo la pista de Abimael Guzmán y su cúpula terrorista, han quedado guardadas para la historia de la infamia en cintas de audio.
En 1996, cuando Montesinos lo nombró Director General de la Policía, es decir, el máximo responsable de la seguridad del país, el MRTA tomó la residencia del embajador japonés, secuestró a embajadores, ministros y demás invitados –entre los que estaba el propio Toledo– y mantuvo al país extorsionado a los ojos del mundo entero. No hubo previsión, menos inteligencia. Es más, Ketín Vidal no tuvo la entereza de trabajar en el rescate y optó por la salida más fácil: renunciar a los pocos días.
Ahora, si escarbamos más en su pasado como policía, hay anécdotas que lo retratan como el experto en el tema que dice ser: el general José Jorge Zárate, al mando del cual Vidal trabajó gran parte de su carrera y el que lo presentó con El Padrino, recuerda que a inicios de los ochenta, cuando Vidal era analista de inteligencia en la PIP, le pidió que investigara a un tal Abimael Guzmán, el jefe de Sendero que tanto daño empezaba a hacer. Vidal escribió un sesudo informe, copia del cual guarda su ex jefe Jorge Zárate, señalando que Abimael Guzmán estaba muerto.
Sombras de corrupción: Vidal ha sido investigado y procesado por la justicia anticorrupción por varios casos. 1. Dinero entregado en partidas secretas para la lucha antiterrorista cuando era jefe de la DINCOTE y que no se supo qué hizo con él. Un monto de 2 millones de dólares, al cambio de la época, que se esfumó y fue detectado por la Contraloría que dirigía un amigo de Toledo, Genaro Matute. 2. Compra de por lo menos cinco casas con dinero en efectivo a nombre de testaferros sin saber la procedencia de la plata. El caso fue denunciado por su agente inmobiliario al que no cumplió con pagar a tiempo sus comisiones. 3. Una cuenta cifrada detectada en Estados Unidos donde se halló un depósito de una cuenta manejada por Montesinos. La manera cómo ha sorteado estas investigaciones o procesos penales lejos de exonerarlo reafirman su condición de jugador
activo, constante y compulsivo en los bajos fondos de la alta corrupción judicial. Experto en esa justicia que se subasta, de la que Montesinos le enseñó sus secretos hace ya tres décadas, Vidal sigue navegando exitoso en esas aguas. Tiene el dinero, el tiempo y los amigos para hacerlo.
Ni tránsfugas ni saltimbanquis: Dos palabras que ha usado Toledo como sinónimo de filtros en su equipo. Tras haber aparecido con éxito como víctima del régimen fujimorista, no obstante haber ocupado altos cargos sólo reservados para gente de confianza de Montesinos, Vidal fue invitado de buena fe a formar parte de la plancha presidencial de Javier Pérez de Cuéllar. Siempre dijo sí, participó de reuniones clave en el equipo de Unión por el Perú y, al final, dijo que no. Que no lo dejaban renunciar a la Policía. Después, gente tan cercana a Montesinos como Matilde Pinchi Pinchi, han revelado que todo fue una estrategia de alto espionaje del SIN para dinamitar la candidatura del ex Secretario General de la ONU. Este trabajo se lo premiaron con la Dirección General de la Policía Nacional. Ya en el retiro, formó el Mapu, un partido de gente modesta y decente, en su mayoría. Por razones, también investigables, el Mapu terminó convirtiéndose en Fuerza Nacional. Esa gente entusiasta y bien intencionada, que todavía cree en la estatua que Vidal y algunos medios y periodistas amigos han construido sobre él, lo proclamó su candidato presidencial.
Dos días después les dijo que estaba enfermo y renunció de palabra a su candidatura para, en unas horas, reponerse milagrosamente como segundo vicepresidente de Toledo. La mentira como forma de vida: mintió a sus militantes con una inexistente enfermedad y mintió a la prensa haciéndose el sorprendido cuando le preguntaron por la alusión de Toledo, cuando sabía muy bien el desenlace de su frustrada candidatura por Perú Posible. Qué más tránsfuga y saltimbanqui se puede ser.
Supongo que a Toledo le ha dicho, si es que éste le pidió alguna explicación, lo que siempre dice. Que todo es una patraña en su contra, que son sus infinitos enemigos los que lo difaman y calumnian, que la justicia lo ha exonerado de todos estos cargos. Después habrá exhibido sobreseimientos, prescripciones o certificados de buena conducta expedidos por magistrados o ex ministros venales, como si éstos fueran directores de escuela primaria. Esos papeles, en realidad, son certificados de la lentitud y corrupción judicial.
Aún recuerdo que Francisco Loayza, una de las primeras víctimas de Montesinos, fue a visitar al candidato Fujimori, cuando aún eran amigos, para advertirle quién era ese oscuro capitán del Ejército que se estaba volviendo tan imprescindible en su equipo de campaña. Fujimori desoyó las advertencias y prefirió a Montesinos. En verdad, encontró a su siamés moral y decidió gobernar con él. Veinte años después, Toledo tomará la decisión que crea conveniente. Lo que sí no podrá decir después es que no sabía nada del pasado de Ketín Vidal.
*Autor del libro “La caída del héroe: la verdadera historia del General Ketín Vidal”, Planeta, 2006.
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