Luqueta
Hoy no escribiré sobre seguridad ciudadana, inteligencia, terrorismo, el megajuicio contra Fujimori, de la corrupción policial en el VRAE o la reelección de Alan Garcia, quiero hablar de una pequeña, grácil, alegre, ágil y mimosa perrita llamada Luqueta, la perra fiel, que nos acompañó como parte de la familia por más de un quinquenio y que hace un año estiró las patas y dio sus últimos estertores dejando esta vida llena de penurias.
Hoy no escribiré sobre seguridad ciudadana, inteligencia, terrorismo, el megajuicio contra Fujimori, de la corrupción policial en el VRAE o la reelección de Alan Garcia, quiero hablar de una pequeña, grácil, alegre, ágil y mimosa perrita llamada Luqueta, la perra fiel, que nos acompañó como parte de la familia por más de un quinquenio y que hace un año estiró las patas y dio sus últimos estertores dejando esta vida llena de penurias.
Su muerte fue rápida, un instante, llegó de improviso, sin aviso. Antes de morir , estuvo enferma casi una semana . El día de su muerte, un grito desgarrador y un llanto incontrolable rompió el silencio del edificio. Mi mujer sentía que gélida espada atravesaba su corazón.
En medio de toda esa luz mortecina , el sueve bamboleo de las horas de los árboles que se mostraban a través de los ventanales de la sala, los enhiestos , mustios y alargados sauces del parque , Luqueta estaba señalada para morir un día jueves, en las primeras horas de la mañana, cuando empezaba a reventar las luces del sol y aves jugueteaban en los árboles.
No era posible equivocarse sobre la urgencia e irrevocabilidad del mandato de la muerte, estaba escrito en su lánguida y triste mirada, en su hocico triangular oscilantes , en su débil movimiento de la cola y en su caminar vacilante hacia el cuarto , tratando de subirse a la cama y cayendo pesadamente en el piso, mientras de su hocico se llenaba de una blanca espuma.
Fue un día trágico para la familia. Era como si hubiese muerto un ser humano. Su cuerpo yace enterrado en un parque cercano, lugar donde solía juguetear todas las mañanas persiguiendo imaginarias mariposa y salir huyendo cuando se acercaban los perros para perseguirla o juguetear con ella o enamorados de su requiebros amorosos .
Era costumbre que al llegar a la casa nos recibiría con sus ladrillos , su fino olfato sentía nuestra presencia a varios metros .
En medio de toda esa luz mortecina , el sueve bamboleo de las horas de los árboles que se mostraban a través de los ventanales de la sala, los enhiestos , mustios y alargados sauces del parque , Luqueta estaba señalada para morir un día jueves, en las primeras horas de la mañana, cuando empezaba a reventar las luces del sol y aves jugueteaban en los árboles.
No era posible equivocarse sobre la urgencia e irrevocabilidad del mandato de la muerte, estaba escrito en su lánguida y triste mirada, en su hocico triangular oscilantes , en su débil movimiento de la cola y en su caminar vacilante hacia el cuarto , tratando de subirse a la cama y cayendo pesadamente en el piso, mientras de su hocico se llenaba de una blanca espuma.
Fue un día trágico para la familia. Era como si hubiese muerto un ser humano. Su cuerpo yace enterrado en un parque cercano, lugar donde solía juguetear todas las mañanas persiguiendo imaginarias mariposa y salir huyendo cuando se acercaban los perros para perseguirla o juguetear con ella o enamorados de su requiebros amorosos .
Era costumbre que al llegar a la casa nos recibiría con sus ladrillos , su fino olfato sentía nuestra presencia a varios metros .
Apenas abría la puerta, ya estaba saltando, ladrando de alegría, moviendo la cola, acercando su cabeza para que la acaricien . Le gustaba que le rasquen la hendidura que se formaba entre la cabeza y el hocico . Luego se tendía en el sillón y lanzaba su más tierna mirada , moviendo la cola en señal de alegría . Mis hijos la trajeron aún bebé y se quedó en la familia. Después de su muerte, la casa, la familia, ya no era la misma.
En las noches , se acomodaba en los pies de la cama y apenas , rayaba el alba, aparecía echada querendona en medio de los dos, esperando la caricia del día : que le rasquen la cabeza . Tenía ojos grandes, dulzones, mirada tierna, que se trastoca en una fiera cuando sentía que se acercaban a su ama . Podía ser una criatura tierna y fiera a la vez , cuando sentía que alguien pretendía quitarle la comida o sentía algún extraño ingresar a la casa. En los últimos momentos se resistió a morir si antes no se despedía de sus amos y así fue .
En las noches , se acomodaba en los pies de la cama y apenas , rayaba el alba, aparecía echada querendona en medio de los dos, esperando la caricia del día : que le rasquen la cabeza . Tenía ojos grandes, dulzones, mirada tierna, que se trastoca en una fiera cuando sentía que se acercaban a su ama . Podía ser una criatura tierna y fiera a la vez , cuando sentía que alguien pretendía quitarle la comida o sentía algún extraño ingresar a la casa. En los últimos momentos se resistió a morir si antes no se despedía de sus amos y así fue .
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